Tengo identidad en tanto Fune, tenga Netflix y Redes Sociales.

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En Psicología, el concepto de identidad está encuadrado dentro de las teorías clásicas de Erickson y otros autores que establecen, en el ciclo vital, que se inicia por lo general en la adolescencia siendo la etapa de “moratoria psicosocial” donde no se les considera suficientemente adultos para cumplir las tareas correspondientes pero tampoco son preadolescentes o niños, siendo que ya abandonaron responsabilidades y deberes que eran propios de esas edades.

Erickson determinó en esta etapa un enfrentamiento entre dos situaciones: la Búsqueda de Identidad contra la Confusión de Roles donde deben resolver cuestiones importantes que irremediablemente los llevará a crearse a sí mismos un ser con pensamientos propios dentro del mar social o si se encontrarán arrastrados por querer convertirse en otros, desechando la idea de forjar un Yo seguro. Pero estas ideas, como dije, son clásicas y deterministas del siglo pasado donde la concepción social de identidad era más concreta en cuanto a qué se consideraba ser alguien en la sociedad (y hay que decirlo, era una concepción plagada de errores éticos y morales que mantenían una forma de pensar así mismo rígida). En la actualidad, tener “identidad” es cuestión de muchos factores interconectados que ya no solo tienen que ver con la cultura del país en el que uno nace, sino también con la nueva era tecnológica y especialmente, el internet.

Medio siglo ha pasado ya desde la creación de la WWW o World Wide Web, pero no ha sido sino desde los últimos veinte que se ha moldeado por personas de todo el mundo a medida que las capacidades tecnológicas de cada región iban actualizándose con rapidez para estar a la par en cuanto a la distribución de información, entretenimiento y otros contenidos. Actualmente, ya no se trata solo de una tecnología revolucionaria, sino de la cotidianidad y la propia Web ya no es solo un espacio digital de comunicación, puesto que de ella han surgido nuevos tipos de comunidades, formas de socialización y sobre todo, una nueva forma de identidad: la identidad digital que es nuestra representación de todas nuestras características e información dentro del mundo virtual de las redes sociales, videojuegos, blogs, etc. Y con esta nueva identidad y la nueva modernidad han llegado nuevas cuestiones que afectan al desarrollo humano.

Es por eso que, en este ensayo, trataré de abordar una parte el denso y extenso tema de la identidad que, con la digitalidad, no ha hecho más que seguir modificándose en la realidad. Este análisis se hace en base a tres hechos o costumbres del mundo de la Web recientes: las Funas en internet, la influencia de Netflix y las Redes Sociales en sí, que, en mi opinión, estos tres temas son relevantes para analizar cómo la interacción social real y la identidad pueden ser alteradas por aspectos del mundo digital que, siguiendo la línea de Zygmunt Bauman, han provocado que la actualidad sea mucho más líquida e inestable que en inicio de siglo o incluso mucho antes; y tratar de responder a algunas cuestiones importantes:

¿Por qué empezamos a considerar “tener identidad” como un tedioso trabajo más que una necesaria pieza de lo que nos conforma como seres humanos? ¿Qué influencia tienen las redes sociales en ello?

Funas: Historia e influencia.

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Por lo común, se conoce como “Justicia Social”, en Ecuador se suele escuchar el término “Justicia Indígena”, pero en el significado de la palabra, el objetivo siempre es el mismo: denuncia pública de situaciones reprochables moral, ética o socialmente, por personas comunes a través de medios sociales (físicos o virtuales). Funa, según Martínez-Líbano y Yeomans-Cabrera (2024), se trata de un término con una connotación similar a la descrita, sin embargo, es usada para condenar actos tanto de sujetos como de organizaciones, tomando justicia por mano propia debido a “la insatisfacción del sistema de justicia”.

En su tiempo se hacia referencia a las acciones tomadas por el pueblo chileno (especialmente jóvenes) para denunciar aquellos actos crueles llevados a cabo durante la dictadura de Pinochet (Contreras Vásquez & Lovera Parmo, 2021) pero hoy en día, su moldeamiento y deformación ha decantado en acciones ya no solo físicas, sino a través y preferentemente de los medios digitales masivos, como Facebook, Instagram, X (anteriormente Twitter), o Tik Tok, donde ha surgido una poderosa y peligrosa mezcla entre las funas y otro fenómeno asociado, el doxing, que de forma resumida, ya no solo se trata de exponer públicamente un caso que deja disconforme a una mayoría social, sino también poner a conocimiento de toda persona la información privada y hasta el más mínimo detalle de la vida del acusado, dejándolo expuesto a ataques cibernéticos o reales que atenten contra su integridad física y psicológica.

¿Y qué tiene que ver estos términos con la identidad?

La formación de un Yo digital durante la adolescencia en la actualidad influenciada por un mundo intrínsecamente moldeado por la nueva realidad virtual del internet es un escalón más al reto de autodefinirse dentro de valores, principios y reglas que vayan acorde a las normas sociales pero que también sean agradables para el propio ser. Lardies y Potes (2022) hablan de las redes sociales como espacios de expresión y construcción de identidad para los adolescentes, pero de igual forma, estas mismas se aprovechan de la extrema necesidad de validación que viven durante esta etapa, en la que, si no la encuentran en el mundo real, entonces habrá la oportunidad en el mundo virtual donde “Los usuarios muestran y exhiben su intimidad y buscan la aprobación a través de los likes.”.

Y con las funas en redes sociales, esto se vuelve un arma todavía más poderosa, porque así como buscan la aprobación social a través del medio digital, si se llega a cometer un acto que se considera mínimamente reprochable, esa misma comunidad que entregaba aprobación puede generar ataques devastadores hacia la persona acusada y que “(…) Aunque legítimas en sustancia, acarrean consecuencias que pueden ser peligrosas o decepcionantes para aquellos que buscan la vindicación de una experiencia traumática e injusta” (Martínez-Líbano & Yeomans-Cabrera, 2024). Esto, a grandes rasgos, provoca una modificación en el pensamiento y la forma de actuar y resolver conflictos de quienes son parte de estas funas.

Desde la perspectiva del acusador, su pensamiento y forma de actuar se verá influenciada por una sensación de poder y control, dejándose llevar por sentimientos de enojo e inconformidad que, de no tener autocontrol, pueden llegar a medidas todavía más invasivas como el mencionado doxing (que es otro fenómeno interesante de analizar), y por lo tanto, se empezará a definir así mismo como “la mano de la justicia” y, como por lo general la actuación en redes sociales se hace de forma anónima, puede funar a diestra y siniestra impune si es que en algún momento esa misma funa termina deformándose en un caso de difamación o calumnia.

Casos de los últimos años se pueden nombrar en la comunidad hispana de internet, donde influencers, youtubers y streamers famosos como ElRubius, Auronplay y su novia, o ElXokas, se han vuelto implicados en funas por diversos motivos que estaban o no justificados; el más reciente sonado fue el segundo, siendo la chica apodada Biyin, a quien se le hizo una funa por supuestos actos cometidos 2013 donde acosaba y molestaba a la madre de un menor desaparecido en España, siendo esta madre quien hizo la denuncia pública y el internet se encargó de hacer de esa funa algo todavía más grande. 

“Efecto Netflix”:

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La introducción y normalización del nuevo método de consumo de material audiovisual a través de plataformas de streaming ha dejado marcas en la forma que las personas actúan con respecto a su toma de decisiones y sobre todo, a qué centrarle atención. García-Arnau (2021) hace un recuento de prácticamente todos los modelos/servicios de distribución de contenido, teniendo desde plataformas dirigidas al cine y televisión hasta otros dedicados a videojuegos y otros aspectos del entretenimiento. Existe una alta competencia con una oferta todavía mayor hacia los consumidores, pero estos no provocan mucha demanda porque simplemente no pueden tanto acceder como “tragar” todo lo producido por las grandes compañías, simplemente no hay tiempo; así mismo, la facilidad con que se puede acceder a cualquier hora en cualquier lugar a ver una serie, película o contenido especializado lo resalta Siri (2016) en varios medios, desde consolas de videojuegos, pasando por los celulares, quedándose en la tradicional pantalla de televisión. Si tienes una Smart TV, lo más seguro es que tu control tengan un botón para abrir Netflix de inmediato (y muy seguramente, otras nuevas aplicaciones como Amazon Prime o Disney+). Así mismo, Netflix estrena por lo común un aproximado de entre 20 a 40 títulos “originales” al mes, sumadas en nuevas temporadas de sus series, películas, adición de películas y series de otras productoras, adición de temporadas de series de otras productoras, documentales, etc. Y por lo general, la duración de esos contenidos suele ser de entre 21 a 45 minutos por capítulo (si hablamos de series) y 1 hora y media (si hablamos de películas).

Entonces, ¿cómo es que hay productos que se hacen famosos de la noche a la mañana si hay tanto que ver y poco tiempo? Una respuesta probable a esto puede ser el Efecto de Arrastre, que entre varios autores distinguen significados pero el fin es el mismo, citando a Quintal (2020): “adopción de opiniones en función de que otras personas lo hayan hecho de forma previa (también se le conoce como efecto contagio)”. Cuando un show de tantos que hay gusta, supongamos, a un reducido grupo de personas y estas empiezan a recomendarla en el boca a boca o a través de redes sociales, empieza a formarse una bola de nieve que va atrapando a cada nueva persona que ve esa reseña y, por la curiosidad, la lleva a ver la serie, retroalimentando el ciclo, generando así una base de observadores y fanáticos de dicho show en un tiempo relativamente corto.

¿Y eso no es quedarse sin identidad?

No es un efecto nuevo ni tampoco desconocido, pero en cuanto al momento tecnológico en el que vivimos, dejarse llevar por las recomendaciones y hacerse fanático de algo que antes era desconocido solo porque el resto de personas dice que es bueno, no parece ser el mejor modo de desarrollar una identidad tanto digital como social.

Redes sociales:

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Finalmente, tenemos a las propias Redes Sociales, la base de lo que Brigoni citado en Lardies y Potes (2022) llama Tribu del Pulgar, que son la fuente y el fin de muchas cosas que hoy por hoy moldean a la identidad de las personas adolescentes dentro de los parámetros que la narrativa social impone sobre ellos. Estos mismos autores plantean:

la identidad como una construcción virtual donde la comunidad permite una moratoria psicosocial al usuario en red. La narración a través del perfil posibilita la expresión de creencias y emociones por medio de publicaciones, fotos, videos, mensajes o memes. Suelen ser sobre temáticas de interés que quedan plasmadas en el perfil. (…) La narración empieza con el autoconcepto y sigue luego, con la percepción del sujeto y de los demás, sobre la retroalimentación de su sí mismo publicado.

Esto hace pensar que, sí o sí, tener una “identidad digital” en las redes sociales estará sujeta a al juicio de individuos (puede que desconocidos o no) que marcarán las pautas para moldear las formas de pensar, actuar y sentirse respecto a qué temas, y que está sujeta, como había dicho, a una necesidad de validación muy alta. La retroalimentación generada no solo por personas que genuinamente conocen cara cara sino también por la propia reflexión se ven opacadas o puestas a segundo plano.

Cantor-Silva, Pérez-Suárez, Carillo-Sierra (2018) mencionan que “A pesar de que los jóvenes mencionan reconocer los peligros que existen en las redes sociales (…) es la población más vulnerable ante dichos peligros (…) por qué aun manifestando el conocimiento sobre los posibles peligros siguen existiendo tantos casos…”.

Además, Ruales y Nuñez (2021) realizaron un estudio sobre el uso de las redes sociales y la relación con las Habilidades Sociales, hallando que es inversa en cuanto a que si se usan las redes, las habilidades disminuyen y estas, en la formación de una identidad clara, son fundamentales para un mantenimiento tanto del autoestima como de un autoconcepto acoplado en las expectativas de ser capaces de actuar por cuenta propia e interactuar de forma correcta en ambientes sociales diversos (Aller Floreancig, 2010) (Acosta & Martínez, 2020), eso incluye las mismas redes sociales. 

Se puede concluir que la formación de la identidad, desde el enfoque de tres temas recientes, se encuentra ante tres problemas importantes: acusaciones que pueden o no estar fundamentadas, el arrastre a tendencias de consumo audiovisual y la modificación de las ideas por una mayoría desconocida. Hacer el ejercicio para controlar los impulso de ira hacia individuos u organizaciones así como encontrar formas de entretenimiento fuera de los medios digitales de streaming mundialmente difundidos y sobreponerse a la necesidad de validación constante satisfecha por las redes sociales, son las alternativas a definir y construir para que la creación de la identidad tanto digital como real sea un hecho reconfortante que vuelva a sentirse parte de la vida y no un tedioso trabajo a desarrollar, encontrando el atajo en dejarse llevar por lo que otros consideran que es lo mejor.

Referencias

Acosta, A. C. M., & Martínez, M. A. R. (2020). Habilidades sociales en niños y adolescentes Una Revisión Teórica. Boletí­n Informativo CEI, 7(1), Article 1.

Aller Floreancig, T. (2010). Hacia el buen trato a la infancia: Parentalidad positiva, competencia parental y prevención del maltrato infantil. Papeles salmantinos de educación. https://redined.educacion.gob.es/xmlui/handle/11162/218783

Cantor-Silva, M. I., Pérez-Suarez, E., & Carrillo-Sierra, S. M. (2018). Redes sociales e identidad social. AiBi Revista de Investigación, Administración e Ingeniería, 6(1), 70-77. https://doi.org/10.15649/2346030X.477

Contreras Vásquez, P., & Lovera Parmo, D. (2021). Redes sociales, funas, honor y libertad de expresión: Análisis crítico de los estándares de la jurisprudencia de la Corte Suprema chilena. Derecho PUCP, 87, 345-371. https://doi.org/10.18800/derechopucp.202102.010

García-Arnau, A. (2021). ¿Efecto Netflix?: Cambios macro y microculturales en la era de la directividad masiva personalizada. (pp. 1989-2010).

Lardies, F., & Potes, M. V. (2022). Redes sociales e identidad: ¿desafío adolescente? Avances en Psicología, 30(1), Article 1. https://doi.org/10.33539/avpsicol.2022.v30n1.2528

Martínez-Líbano, J., & Yeomans-Cabrera, M.-M. (2024). Escala de Miedo a la Funa en las Redes Sociales (FFSN): Construcción y propiedades psicométricas. Salud, Ciencia y Tecnología, 4, 1006-1006. https://doi.org/10.56294/saludcyt20241006

Quintal, A. (2020). El efecto arrastre en la toma de decisiones, una revisión al experimento de encuadre planteado por Kahneman – Tversky. 6(12).

Ruales, L. M. T., & Nuñez, E. R. V. (2021). Las redes sociales y su influencia en el desarrollo de habilidades sociales de los adolescentes. Revista Cognosis. ISSN 2588-0578, 6(2), Article 2. https://doi.org/10.33936/cognosis.v6i2.2555

Siri, L. (2016). El rol de Netflix en el ecosistema de medios y telecomunicaciones: ¿el fin de la televisión y del cine? Hipertextos, 3, n.o 5. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/119967

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