En Psicología, el concepto de identidad está encuadrado dentro de las teorías clásicas de Erickson y otros autores que establecen, en el ciclo vital, que se inicia por lo general en la adolescencia siendo la etapa de “moratoria psicosocial” donde no se les considera suficientemente adultos para cumplir las tareas correspondientes pero tampoco son preadolescentes o niños, siendo que ya abandonaron responsabilidades y deberes que eran propios de esas edades.
Erickson determinó en esta etapa un
enfrentamiento entre dos situaciones: la Búsqueda de Identidad contra la
Confusión de Roles donde deben resolver cuestiones importantes que
irremediablemente los llevará a crearse a sí mismos un ser con pensamientos
propios dentro del mar social o si se encontrarán arrastrados por querer
convertirse en otros, desechando la idea de forjar un Yo seguro. Pero estas
ideas, como dije, son clásicas y deterministas del siglo pasado donde la
concepción social de identidad era más concreta en cuanto a qué se consideraba
ser alguien en la sociedad (y hay que decirlo, era una concepción plagada de
errores éticos y morales que mantenían una forma de pensar así mismo rígida).
En la actualidad, tener “identidad” es cuestión de muchos factores
interconectados que ya no solo tienen que ver con la cultura del país en el que
uno nace, sino también con la nueva era tecnológica y especialmente, el
internet.
Medio siglo ha pasado ya desde la creación
de la WWW o World Wide Web, pero no ha sido sino desde los últimos veinte que
se ha moldeado por personas de todo el mundo a medida que las capacidades
tecnológicas de cada región iban actualizándose con rapidez para estar a la par
en cuanto a la distribución de información, entretenimiento y otros contenidos.
Actualmente, ya no se trata solo de una tecnología revolucionaria, sino de la
cotidianidad y la propia Web ya no es solo un espacio digital de
comunicación, puesto que de ella han surgido nuevos tipos de comunidades,
formas de socialización y sobre todo, una nueva forma de identidad: la
identidad digital que es nuestra representación de todas nuestras
características e información dentro del mundo virtual de las redes sociales,
videojuegos, blogs, etc. Y con esta nueva identidad y la nueva modernidad han
llegado nuevas cuestiones que afectan al desarrollo humano.
Es por eso que, en este ensayo, trataré de
abordar una parte el denso y extenso tema de la identidad que, con la
digitalidad, no ha hecho más que seguir modificándose en la realidad. Este
análisis se hace en base a tres hechos o costumbres del mundo de la Web recientes:
las Funas en internet, la influencia de Netflix y las Redes Sociales en
sí, que, en mi opinión, estos tres temas son relevantes para analizar cómo la
interacción social real y la identidad pueden ser alteradas por aspectos del
mundo digital que, siguiendo la línea de Zygmunt Bauman, han provocado que la
actualidad sea mucho más líquida e inestable que en inicio de siglo o incluso
mucho antes; y tratar de responder a algunas cuestiones importantes:
¿Por qué empezamos a considerar “tener identidad” como un tedioso trabajo más que una necesaria pieza de lo que nos conforma como seres humanos? ¿Qué influencia tienen las redes sociales en ello?
Funas: Historia e influencia.
Por lo común, se conoce como “Justicia
Social”, en Ecuador se suele escuchar el término “Justicia Indígena”, pero en
el significado de la palabra, el objetivo siempre es el mismo: denuncia pública
de situaciones reprochables moral, ética o socialmente, por personas comunes a
través de medios sociales (físicos o virtuales). Funa, según Martínez-Líbano y
Yeomans-Cabrera (2024), se trata de un término con una connotación similar a la descrita,
sin embargo, es usada para condenar actos tanto de sujetos como de
organizaciones, tomando justicia por mano propia debido a “la insatisfacción
del sistema de justicia”.
En su tiempo se hacia referencia a las acciones
tomadas por el pueblo chileno (especialmente jóvenes) para denunciar aquellos
actos crueles llevados a cabo durante la dictadura de Pinochet (Contreras Vásquez & Lovera Parmo, 2021) pero hoy en día, su moldeamiento y deformación ha decantado en
acciones ya no solo físicas, sino a través y preferentemente de los medios
digitales masivos, como Facebook, Instagram, X (anteriormente Twitter), o Tik
Tok, donde ha surgido una poderosa y peligrosa mezcla entre las funas y otro
fenómeno asociado, el doxing, que de forma resumida, ya no solo se trata
de exponer públicamente un caso que deja disconforme a una mayoría social, sino
también poner a conocimiento de toda persona la información privada y hasta el
más mínimo detalle de la vida del acusado, dejándolo expuesto a ataques
cibernéticos o reales que atenten contra su integridad física y psicológica.
¿Y qué tiene que ver estos términos con la
identidad?
La formación de un Yo digital durante la
adolescencia en la actualidad influenciada por un mundo intrínsecamente
moldeado por la nueva realidad virtual del internet es un escalón más al reto
de autodefinirse dentro de valores, principios y reglas que vayan acorde a las
normas sociales pero que también sean agradables para el propio ser. Lardies y
Potes (2022) hablan de las redes sociales como espacios de expresión y
construcción de identidad para los adolescentes, pero de igual forma, estas
mismas se aprovechan de la extrema necesidad de validación que viven durante
esta etapa, en la que, si no la encuentran en el mundo real, entonces habrá la
oportunidad en el mundo virtual donde “Los usuarios muestran y exhiben su
intimidad y buscan la aprobación a través de los likes.”.
Y con las funas en redes sociales, esto se
vuelve un arma todavía más poderosa, porque así como buscan la aprobación
social a través del medio digital, si se llega a cometer un acto que se
considera mínimamente reprochable, esa misma comunidad que entregaba aprobación
puede generar ataques devastadores hacia la persona acusada y que “(…)
Aunque legítimas en sustancia, acarrean consecuencias que pueden ser peligrosas
o decepcionantes para aquellos que buscan la vindicación de una experiencia
traumática e injusta” (Martínez-Líbano & Yeomans-Cabrera, 2024). Esto, a grandes rasgos, provoca una modificación en el pensamiento
y la forma de actuar y resolver conflictos de quienes son parte de estas funas.
Desde la perspectiva del acusador, su
pensamiento y forma de actuar se verá influenciada por una sensación de poder y
control, dejándose llevar por sentimientos de enojo e inconformidad que, de no
tener autocontrol, pueden llegar a medidas todavía más invasivas como el
mencionado doxing (que es otro fenómeno interesante de analizar), y por
lo tanto, se empezará a definir así mismo como “la mano de la justicia” y, como
por lo general la actuación en redes sociales se hace de forma anónima, puede
funar a diestra y siniestra impune si es que en algún momento esa misma funa
termina deformándose en un caso de difamación o calumnia.
Casos de los últimos años se pueden nombrar
en la comunidad hispana de internet, donde influencers, youtubers y streamers
famosos como ElRubius, Auronplay y su novia, o ElXokas, se han vuelto
implicados en funas por diversos motivos que estaban o no justificados; el más reciente
sonado fue el segundo, siendo la chica apodada Biyin, a quien se le hizo una
funa por supuestos actos cometidos 2013 donde acosaba y molestaba a la madre de
un menor desaparecido en España, siendo esta madre quien hizo la denuncia
pública y el internet se encargó de hacer de esa funa algo todavía más grande.
“Efecto Netflix”:
La introducción y normalización del nuevo
método de consumo de material audiovisual a través de plataformas de streaming
ha dejado marcas en la forma que las personas actúan con respecto a su toma de
decisiones y sobre todo, a qué centrarle atención. García-Arnau (2021) hace un recuento de prácticamente todos los modelos/servicios de
distribución de contenido, teniendo desde plataformas dirigidas al cine y
televisión hasta otros dedicados a videojuegos y otros aspectos del
entretenimiento. Existe una alta competencia con una oferta todavía mayor hacia
los consumidores, pero estos no provocan mucha demanda porque simplemente no
pueden tanto acceder como “tragar” todo lo producido por las grandes compañías,
simplemente no hay tiempo; así mismo, la facilidad con que se puede acceder a
cualquier hora en cualquier lugar a ver una serie, película o contenido
especializado lo resalta Siri (2016) en varios medios, desde consolas de videojuegos, pasando por los
celulares, quedándose en la tradicional pantalla de televisión. Si tienes una Smart
TV, lo más seguro es que tu control tengan un botón para abrir Netflix de
inmediato (y muy seguramente, otras nuevas aplicaciones como Amazon Prime o
Disney+). Así mismo, Netflix estrena por lo común un aproximado de entre 20 a
40 títulos “originales” al mes, sumadas en nuevas temporadas de sus series, películas,
adición de películas y series de otras productoras, adición de temporadas de
series de otras productoras, documentales, etc. Y por lo general, la duración
de esos contenidos suele ser de entre 21 a 45 minutos por capítulo (si hablamos
de series) y 1 hora y media (si hablamos de películas).
Entonces, ¿cómo es que hay productos que se
hacen famosos de la noche a la mañana si hay tanto que ver y poco tiempo? Una
respuesta probable a esto puede ser el Efecto de Arrastre, que entre varios
autores distinguen significados pero el fin es el mismo, citando a Quintal (2020): “adopción de opiniones en función de que otras personas lo hayan
hecho de forma previa (también se le conoce como efecto contagio)”. Cuando un
show de tantos que hay gusta, supongamos, a un reducido grupo de personas y
estas empiezan a recomendarla en el boca a boca o a través de redes sociales,
empieza a formarse una bola de nieve que va atrapando a cada nueva persona que ve
esa reseña y, por la curiosidad, la lleva a ver la serie, retroalimentando el
ciclo, generando así una base de observadores y fanáticos de dicho show en un
tiempo relativamente corto.
¿Y eso no es quedarse sin identidad?
No es un efecto nuevo ni tampoco
desconocido, pero en cuanto al momento tecnológico en el que vivimos, dejarse
llevar por las recomendaciones y hacerse fanático de algo que antes era
desconocido solo porque el resto de personas dice que es bueno, no parece ser
el mejor modo de desarrollar una identidad tanto digital como social.
Redes sociales:
Finalmente, tenemos a las propias Redes
Sociales, la base de lo que Brigoni citado en Lardies y Potes (2022) llama Tribu del Pulgar, que son la fuente y el fin de muchas cosas
que hoy por hoy moldean a la identidad de las personas adolescentes dentro de
los parámetros que la narrativa social impone sobre ellos. Estos mismos autores
plantean:
la
identidad como una construcción virtual donde la comunidad permite una
moratoria psicosocial al usuario en red. La narración a través del perfil
posibilita la expresión de creencias y emociones por medio de publicaciones,
fotos, videos, mensajes o memes. Suelen ser sobre temáticas de interés que
quedan plasmadas en el perfil. (…) La narración empieza con el autoconcepto y
sigue luego, con la percepción del sujeto y de los demás, sobre la retroalimentación
de su sí mismo publicado.
Esto hace pensar que, sí o sí, tener una
“identidad digital” en las redes sociales estará sujeta a al juicio de
individuos (puede que desconocidos o no) que marcarán las pautas para moldear
las formas de pensar, actuar y sentirse respecto a qué temas, y que está
sujeta, como había dicho, a una necesidad de validación muy alta. La
retroalimentación generada no solo por personas que genuinamente conocen cara
cara sino también por la propia reflexión se ven opacadas o puestas a segundo
plano.
Cantor-Silva, Pérez-Suárez, Carillo-Sierra (2018) mencionan que “A pesar de que los jóvenes mencionan reconocer
los peligros que existen en las redes sociales (…) es la población más
vulnerable ante dichos peligros (…) por qué aun manifestando el conocimiento
sobre los posibles peligros siguen existiendo tantos casos…”.
Además, Ruales y Nuñez (2021) realizaron un estudio sobre el uso de las redes sociales y la relación con las Habilidades Sociales, hallando que es inversa en cuanto a que si se usan las redes, las habilidades disminuyen y estas, en la formación de una identidad clara, son fundamentales para un mantenimiento tanto del autoestima como de un autoconcepto acoplado en las expectativas de ser capaces de actuar por cuenta propia e interactuar de forma correcta en ambientes sociales diversos (Aller Floreancig, 2010) (Acosta & Martínez, 2020), eso incluye las mismas redes sociales.
Se puede concluir que la formación de la identidad, desde el enfoque de tres temas recientes, se encuentra ante tres problemas importantes: acusaciones que pueden o no estar fundamentadas, el arrastre a tendencias de consumo audiovisual y la modificación de las ideas por una mayoría desconocida. Hacer el ejercicio para controlar los impulso de ira hacia individuos u organizaciones así como encontrar formas de entretenimiento fuera de los medios digitales de streaming mundialmente difundidos y sobreponerse a la necesidad de validación constante satisfecha por las redes sociales, son las alternativas a definir y construir para que la creación de la identidad tanto digital como real sea un hecho reconfortante que vuelva a sentirse parte de la vida y no un tedioso trabajo a desarrollar, encontrando el atajo en dejarse llevar por lo que otros consideran que es lo mejor.
Referencias
Acosta, A. C. M.,
& Martínez, M. A. R. (2020). Habilidades sociales en niños y adolescentes
Una Revisión Teórica. Boletín Informativo CEI, 7(1), Article 1.
Aller
Floreancig, T. (2010). Hacia el buen trato a la infancia: Parentalidad
positiva, competencia parental y prevención del maltrato infantil. Papeles
salmantinos de educación.
https://redined.educacion.gob.es/xmlui/handle/11162/218783
Cantor-Silva,
M. I., Pérez-Suarez, E., & Carrillo-Sierra, S. M. (2018). Redes sociales e
identidad social. AiBi Revista de Investigación, Administración e Ingeniería,
6(1), 70-77. https://doi.org/10.15649/2346030X.477
Contreras
Vásquez, P., & Lovera Parmo, D. (2021). Redes sociales, funas, honor y
libertad de expresión: Análisis crítico de los estándares de la jurisprudencia
de la Corte Suprema chilena. Derecho PUCP, 87, 345-371.
https://doi.org/10.18800/derechopucp.202102.010
García-Arnau,
A. (2021). ¿Efecto Netflix?: Cambios macro y microculturales en la era de la
directividad masiva personalizada. (pp. 1989-2010).
Lardies,
F., & Potes, M. V. (2022). Redes sociales e identidad: ¿desafío
adolescente? Avances en Psicología, 30(1), Article 1.
https://doi.org/10.33539/avpsicol.2022.v30n1.2528
Martínez-Líbano,
J., & Yeomans-Cabrera, M.-M. (2024). Escala de Miedo a la Funa en las Redes
Sociales (FFSN): Construcción y propiedades psicométricas. Salud, Ciencia y
Tecnología, 4, 1006-1006. https://doi.org/10.56294/saludcyt20241006
Quintal,
A. (2020). El efecto arrastre en la toma de decisiones, una revisión al
experimento de encuadre planteado por Kahneman – Tversky. 6(12).
Ruales,
L. M. T., & Nuñez, E. R. V. (2021). Las redes sociales y su influencia en
el desarrollo de habilidades sociales de los adolescentes. Revista Cognosis.
ISSN 2588-0578, 6(2), Article 2.
https://doi.org/10.33936/cognosis.v6i2.2555
Siri, L. (2016). El rol de Netflix en el ecosistema de medios y telecomunicaciones: ¿el fin de la televisión y del cine? Hipertextos, 3, n.o 5. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/119967
Comentarios
Publicar un comentario